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FR. MAURICIO DE BEGOÑA, O. F. M. CAP. sepa el César que Landgrave sois de la Turingía vos ; que aunque habéis sido los dos amigos, si es enemigo de la Iglesia, ya no sigo su amistad ; decí a las claras que el amigo hasta la5 aras, y contra Dios no hay amigo. Esta sumisión y afecto de San Francisco a la Iglesia no era má~ que el resultado del amor personal que él tenía a Jesús, reflejado en su obra perfecta, en su mística Esposa. Cuando se ha estudiado el espíritu seráfico en su Fundador y en sus Santos, en su historia y pequeños sucesos, en sus obras sociales, de devoción, literari1s o científicas, es imposible no convenir en que lo peculiar del movimiento fra1éscano, que lo distingue de otros movi– mientos espiritualistas, frecuentes en la Edad Media, es el amor per– sonal a la Humanidad de Jesucristo. Este pensamiento no falta en nin– g{m autor franciscanógnfo. Y Amoldo Goffin llega a afirmar que San Francisco intensificó de tal modo esa tendencia a la Humanidad de Jesús en los misterios más amables y humanos, que obligó al arte primitivo italiano, primero, y luego a todo el arte cristi:mo, a camb:ar de temas, y a los rígidos Salvadores bizantinos y a los Crucifijos lúe– ráticos impasibles sucedieron las Ammciac:ones, los Nacimientos. y las Visitaciones que pueblan el cielo creado por la pintura inefable de an– tes del Renacimiento. ¿ Y quiénl ~o ve la coirn;:idencia? ¿Quién como Lope de Vega ha pin– t~do con más ,delicadeza y aciert9 las divinas amorosidades del Hijo de D"ios hecho IÍo!nbre? A ,sus nmchós títulos habría que añadir esta de Pqeta del HijÓ '.del H ombrc por sus PASTORES DE BELÍrn, por sus letras y canciones a la Virgen María, por su romances a lo.s oficios más hu- . ' ' mai:os y amorosos de Jesús, tan bellos como el siguiente, en que cual- quier franciscano verá la dulce Humanidad de nuestro Redentor tal ,cU'd fué amada por San Francisc<; y lo es por sus:hijos:

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