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26 FR. 2\IAURICIO DE BEGOÑA, O. F. M. CAP. al Evar;.gelio con toda su sencJlez y alegría y fragancia de aves y li– rios del campo. Ya el P. Cuthbcrt, hablando de la difosió~ de la Fra– ternidad en las provincias italimas, usa la hermosa expresión de que "Itafü~ era una inmensa primavera llena de nidales de amor seráfico". No falt2. en Lope de Vega la artística expresión de este ideal de 1.legre retorno al Evangelio. O·gamos a San Diego de Alcalá exponer al Pa– dre Guardián el origen de su vocación seráfica: Veía yo que al alba daban los pájaros salva al Señor que alaban tanto; y que Juego al mediodía la comida que les daba con letras que gorjeaba cada cual agradecía. Al caer del sol más bien los vía, Padre, cantar, y que antes de irse a acostar le daban gracias también. Pájaros también oía que ele noche le cantaban y las aguas que sonaban lo mismo me parecía. El aire, entre verdes hojas, trataba sus alabanzas; la tierra con mil mudanzas de flores blancas y rojas, como con letras que hacía y labores que mostraba, su nombre santo alababa ¡ y yo solo no sabía! Imaginé que viniendo a este convento, en el alba haría a aquel Señor salva, y después, tamb:én, comiendo.. Al anochecer también y a media noche. mejor. Y vine con este amor, Padre, a procurar mi bien.

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