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f)L FRA~CISCAXJ;.:;~10 DE LOPE DE VEGA, T. F 15 to, ha reflejado la vida conventual, hasta en las vulgaridades que en ningún estado de hombres faltan. Los percances entre legos y dona– dos del convento, entre el guardián y el donado Santo; el Capítulo de los frailes con sus intrigas, no eran cosas desconocidas para Lope, que. gusta también de pinceladas realistas. Mientras se celebra el Capítulo alguien murmura: El hacerse santurrón le habrá sido de provechp para hacelle guardián. Su ambición de raíz pasa, todos los padres de casa en el capítulo están... Pero esto no es lo general. Lope de Vega ha concebido y descrito la vida religiosa con visible veneración: La vida de un monasterio, religión santa y divina, grillos de la voluntad a la obediencia ofrecida, que en las manos de un prelado con tn s votos se resigna. Y al movido de vocación seráfica, le ha hecho exclamar : ' Francisco, dadme la mano, dadme esa mano bendita; Francisco, a tus manos voy; vuestra clara luz me guía. También ha ;dudido al privilegio de la Porciúncula, del que dice: "Grande es el jubileo. Es de la mano del mismo Dios; no puede ser pequeño." No hay que olvidar que Lope fué terciario desde r6II, o sea des– de sus cuarenta y nueve años. corno tal, creyóse obligado a vivir mejor y a consagrar su inspiración poética a cantar a la Orden Ter– cera. En muchas ocasiones escribió versos a petición de los terciarios.

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