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- 39- amigos de la alegre juventud, los buenos católicos españoles, que son la mayoría de la nación, no sólo no se opondrán, sino que aplaudirán tan her– mosa obra. El público no lo forma este o aquel profesor, maestro militante de incredulidad, que ve– rá en esta Institución levantarse cátedra contra cá– tedra; ni le forma tampoco este o aquel periodista, que agita la bandera del radicalismo en religión, ni algún estudiante que otro, que no se encontrará jamás aprobado con la máxima puntuación en los exúmenes, pero que se encuentra invariablemente en todas las algazaras anticristianas. Estos única– mente podrán oponerse a la realización de esta obra. Ysemejante oposición, la honra. Se dirá que quizá con esto se provocará la crea– ción, en sentido ateo, de una eútedra universitaria de Historia de las Religiqnes.....; mas siempre resul– taría que el estudio ele la Religi(·m, sería considera– do digno de figurar en los centros oficiales públicos. Ydeaquíse seguiría unasaludahlercacción.l\Eentras en Francia, en Alemania y en Inglaterra, las cuestio– nes religiosas apasionan vivamente las inteligencias cultas, entre nosotros la indiferencia tiene clorofor– mizados los espíritus y se ¡duerme! ¡se duerme! Al ataque descubierto contra la religión se pondría el contraataque, a la discusión la discusión, al examen el examen, a la objeción la prueba y, tras la prueba, el triunfo. ¡Ay de la doctrina, que no es combatida! Así como el fuego prueba el oro, así la verdad sale nítida y resplandeciente del fuego de la controver-

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