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La segunda dificultad que podría oponerse a la realización de esta obra, es la oposición externa de parte del Gobierno y del público. Vayamos por partes: ¡Oposición por ¡,arte del G0Lie1·no! ¿Y por qué? Comprendería esto si se tratase de reuniones, círculos y asociaciones con miras políti– cas; pero no en nuestro caso. Aquí se trata de cosa muy distinta. La política debe estar totalmente des– terrada del curso de enseñanza superior de la Reli– gión. Este magisterio se ha de desarrollar en un ambiente superior tranquilo y pacífico, donde no llegue ni aun el eco de las pasiones políticas, que dividen los ánimos. Las jóvenes inteligencias deben sentir la voz de Dios en toda su inefable sereni– dad. El Gobierno, pues, no tiene nada que temer, ni aun de lejos, en la creación de estos cursos, y no querrá, ciertamente, deshonrarse en nombre de la libertad, con un acto de despotismo. ¡Oposid.ó:n por parte del púl,lico! Mas ¿qué importa, si se trata de una obra de Dios? Muy al contrario el público, el verdadero pú– blico, es decir, la gente sensata y de orden, los amantes del risueño porvenir de la sociedad, los

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