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-30- Este Curso Superior de Religión podría exten– derse también a los alumnos de institutos y norma– les, pero no son estos los que más lo necesitan. La edad crítica del joven, aquella en la que éste forma su carácter, piensa por sí, decide su porvenir cre– yente o incrédulo, es la de los veinte años, época en la que se entra de ordinario en las universidades. Es esta, ciertamente, la edad de los peligros, de las ilusiones, de las pasiones; pero también es la edad de los entusiasmos vírgenes, de las nobles aspira– ciones, de los arranques generosos. No nos dejemos llevar de negros pesimismos, al juzgar la juventud. Por extraviada, ligera y superficial que sea, se sien– te siempre arrastrada por los grandes ideales, por– que está de continuo atormentada por la «nostalgia de las cosas grandes». Que la verdad religiosa bri– lle a su mirada en el majestuoso ropaje científico, que tanto fascina a su espíritu; que se le presente como el sublime ida] de lo verdadero, del bien, de la belleza infinita y de la juventud, vencida por los santos atractivos de la Fe, extenderá los brazos al cuello de la Iglesia y le gritará: «Tú eres mi Madre». Las lecciones tendrán lugar dos o tres veces por semana, según las circunstancias y la oportunidad. Seguirán el año escolar, y se darán en aquellas horas,. que no coin– cidan con las clases de la universidad,

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