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- 28 - sición de oponer las demostraciones triunfales de la verdad. Hombre exclusivamente sacrificado a este magisterio, ha de estar siempre al corriente de las varias publicaciones que sobre tales estudios salgan a la luz, especialmente en Alemania, Inglaterra y Francia, donde está en moda el estudio de las reli– giones comparadas. Conviene además, que posea el don de una espléndida palabra, para exponer la Ciencia de la Religión, no sólo con profundidad de estudios, sino también con palabra elocuente, a fin de hacerla atrayente a las jóvenes inteligencias, en tal forma que queden, no solo plenamente conven– cidas, sino también enamoradas y entusiasmadas. Cierto, que profesores de estas condiciones no abundan en España, pero tampoco faltan. El clero español, no obstante las calumnias de la impiedad, es rico en ciencia y virtud. Basta ojear algunas de las Revistas Científicas dirigidas por él mismo, para convencerse de esto. Y si en las ciencias físicas geo– lógicas, astronómicas e históricas poseemos verda– deros genios, admirados de nuestros mismos adver– sarios, ¿cuánto más'.fácilmente se encontrarán en la Ciencia de la Religión?
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