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- 25 - a un futuro no lejano. ¿Qué haremos entre tan– to? ¿Permaneceremos a la expectativa? ¿No se podrá hacer nada serio y práctico, permaneciendo en la legalidad? Y no pudiendo por ahora, a causa de la universidad libre, dar una dirección católica a las ciencias, ¿no encontraremos medio para lograr que la enseñanza de la Religión sea dada a la juventud universitaria de una manera digna de la misma y de la Religión? Creo que sí, y este medio consiste en la creación de un curso pri'Z:ado de instruccióu superior rel~r:;iosa para lo, alumnos wzÍ7iersitarios. La idea no es nueva. Hace tiempo que se halla traducida a la práctica en varias naciones extranje– ras, como Italia (desde el 1889), Alemania y Ho– landa. La enseñanza superior de la Religión requiere un curso de tres o cuatro años de lecciones priva– das, en las que se presentará a la juventud univer– sitaria la doctrina católica en toda la amplitud de sus horizontes y con aparato científico. No extraños a los progresos y a las necesidades intelectuales y morales de nuestros tiempos, hay que presentar a los jóvenes universitarios la fe siempre antigua y siempre nueva en toda su belleza y sublimidad, ha-

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