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-17- traréis. Se desdeña soberbiamente de a:-:iistir a él, porque aquella enseñanza es simplemente popular; y, aco"tumbrada a las grandes lecciones de la uni– versidad, no acepta doctrina alguna, que no lleve la etiqueta de la ciencia. ¿Cómo se llenará este vacío? iBajo qué forma se podría presentar la enseñan2:a religiosa a la juventud es• tudiosa'.r Quizá alguno crea que bastan las conferencias periódicas que, ora en tiempo de cuaresma, ora con motivo de solemnes novenas o espirituales ejercicios, suelen darse por afamados oradores en nuestras ciudades. Mas, aparte de que estas conferencias suelen concretarse a la explicación de limitados puntos del dogma católico y de su ordinaria forma parenética, no siempre los oradores están a la altura del público universitario, que les escucha, ni de h realidad de los tiempos en que vivimos. Lo que bas– faba ayer, no basta hoy. El escepticismo ha dilatado sus dominios; las ciencias han apostatado de la fe; las nuevas generaciones han tomado una actitud hacia la religión muy distinta de las anteriores. Y cambiada la estrategia del adversario, es necesario cambiar la nuestra. En nombre de la ciencia se combate a la religión, y en nombre de la ciencia se la debe defender de sus brutales ataques. Mas ¿po– - 2 -

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