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Para oír hablar a la ciudad, basta salir a la calle de Bravo Murillo por donde transcurre la vida actual. Pero en el Santuario, donde también hay vida, se oye desde siempre otra habla silenciosa, original y eficaz, pronunciada por San Antonio de Cuatro Caminos. El santuario es como el corazón de esta zona de Madrid. Igual que el corazón es lo único de nuestro ser que da sonido, aunque no se le preste atención, el incesante sonar fascinante y misterioso del santuario sigue sostenien– do a quienes acuden a su recinto. Bastaría qu~ cesara ese latir sonoro del santuario de San Antonio para que Cuatro Caminos perdiera una parte fundamental de su existencia. Las iglesias cristianas han sido definidas de diferente forma: lugar cultual de la comunidad, casa de Dios , espacio reservado para quienes han recibido la fe, casa de oración, ciudad santa, palacio de Dios. Pero la iglesia es, sobre todó, el lugar de encuentro entre Dios y el hombre, la tienda que Dios colocó entre los hombres para compartir su vida pere– grinante. La tienda de Dios encontró también su lugar en Cuatro Caminos y, aquí, en el Santuario, quienes acuden a postrarse ante el Señor y San Antonio, "cual piedras vivas, entran en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por mediación de Jesucristo" (1 Pe 2,5). ====================== 47

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