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sus hijos sean más y más tieles obserrnntes de la R.egla y Constituciones. Todo hijo de San Francisco que ·\.'iya el espíritu de la propiá Regla profesada y que se pro– ponga seguir de cerca las huellas del Serálico Caudillo, se sentini misionero, pues nuestro Padre fué un alma eminentemente misionera y su espíritll misionero lo dejú profunda e indeleblemente grabado en la Regla. La Orden .Franciscana se ln preciado siempre ejercer el apostolado cat(l]ico en sus múltiples y Yaria– das formas. Ella ha siclo en todo tiempo desde su fun– dación unu dl· los müs poderosos baluartes ele la 1glesia Católica en su continuo batallar po1· extender cada ,:ez m,í.s el reinado de su Fundador, Cristo Jesús. Por la lc-clurn de las focntcs biográíicas del Senlli– co P. San Francisco, podernos apreciar en turma ba:--;– tante concreta la génesis y el desarrollo de su nicaciún misionera. Podemos asimismo obsen·ar c<'nno ya a par– tir del año 120~ fué poco a poco colocando los jalone,-, de la Yocaoión misionera ele la Orden por él fundada. La naturaleza del hijo de Bernanlonc estaba egre– giamente dotada. Imaginación viYa, inteligencia des– pierta, Yoluntad decidida, conciencia delicada, corazón expansivo y generoso. Todo le sonreía. Su carácter ale– gTe y jo,·ial y su pródiga liberalidad lo avasallaba todo. l:n torno a él giraba la agitada vida de la juventud de .\sís, con sus diversiones, sus pasatiempos, sus ro1m1n– ticas empresas.

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