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piosas gracias y eticaces auxilios para que fructifiquen y den el ciento por uno 1os sacrificios y los trabajos ele los misioneros: De ahí que Pío Xl aconsejase encareci– damente el establecimiento ele estos monasterios en las misiones (42). ¡Oh, cuán grato nos sería, y cuán del agrado ele Dios ~uestro Señor el que en algunas de las ciudades de nuestro campo misional se establecieran nuestras Capuchinas de Claus1.in1l ;\lucho esperamos y mucho esperan nuestro::; m1s10- nerns del Carnní. \'enezuela y Cuba del fervor que por l;is misione::; existe en nuestra amada Provincia. Pero es de suma itnpürtancía que este fervor y este entusiasmo se· concreten en hechos. Bien está que celebremos y aplaudamos los triunfos de nuestros misioneros y que participemos de sus alegrías y ele sus trabajos y que advemos con sus ejemplos nuestro celo por la gloria de Dios y por la salvación de las almas. j\fas no basta: quienes vanamente se gloriaban de la palma del maiti– rio conseguida por los protomártires de la Orden en \larruecos, arµ:uyú con mucha oportunidad el Seráfico Padre San 1 :rancisco: ~ Unusquisque de sua et non de alíena passione glorietun (..l3). El verdadero celo cele– bra, sí, los triunfos y conquistas de los misioneros, pero sobre todo procura imitarlos. Nuestra amada Provincia, a la que visiblemente Cielo bendice con numerosas vocaciones-gracia a la

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