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irían desap.tteciendo in.;;;ensiblcmente lo:,; frutos qLe la civilización cristian;i les había lierndo. Para ataj;ir a tiempo tantu mal, nada más eficaz que la acción de lu:; Religiosos indígenas junt1mente con la del clero secular t.tmbién indígena. d) útra r.lzón debe mover a nuestros misioneros a trabajar por las vocaciones ele los indígenas al est:tdo religioso. \.T es el deseo santo de extender, propagar y perpetuar nuestra propia espiritualidad, infiltrándola ya en aquellos pueblos que empiezan a vidr la vida de la fe. Aunque en ninguna de nuestras acciones debe guiar– nos el hum~mo respeto, no cabe desconocer el prestigio y la gloria que adquiere una Pn,,rincia que supo trans– mitir su vida, su espiritualidad, sus usos y costumbres a otras nuevas Provincias. Los Colegios Seráficos, que en el momento histórico en que vivimos son los viveros de las vocaciones en las Provincias ya formadas, están llamados a asegurar la dfa y el progreso de las futuras Provincias. Ya los l1ctn adoptado con muy lisonjeros éxitos algunas misiones y Custodias, y es deseo de los Superiores Generales que tocl'ls sigan idéntico camino (3J). Es esta una empresa para la que pedimos la colabo– ración generosa y entusiast'l de todos los religiosos de nuestra amada Provincia y sus :Misiones. Se necesita mucho personal para proveer debidamente a la educa– ción de la juventud. Nuestros muy amados misioneros de la Custodia, que con tanto espír:tu de sacrificio y con tanto acierto llevan años y años trabajando en aquellas regiones, no son suficientes para hacer frente a las necesidades que de dí:! en día se van multipli– cando. Creemos asimismo que han preparado ya el

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