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clucir aquellos frutos qne están llamados a dar, si todos: prestan con espíritu de fe, de sacrificio y con encendido. amor a la ProYincia su apoyo decidido y generoso. Fin principal de las misiones es preparar el terreno de tal manera que pueda organizarse en él de un modo perfecto y estable la Iglesia con su jerarquía ordinaria de párrocos, obispos, etc. Llegados a este punto, cesa el cometido de los misioneros como tales, y empieza el de los párrocos. La labor apostólica de nuestros misioneros debe pro– ponerse una doble finalidad: la org-anizaci(m perfecta üe la Iglesia y la perfecta org·anización de la Orden en países infieles o paganos. Pues además de propa– gar el reino de Cristo, allí donde todavía es descono– cido, debemos ir a las misiones con el ánimo de pro– pagar las órdenes reli~;iosas (35), y nosotros primaria– mente la nuestra. Es interesante seguir paso a paso los grados del des– arrollo de la \~ida cristiana y religiosa en países infieles. Empieza el misionero sus trabajos apostólicos en un campo de ordinario inhospitalario, sin conocimientos. directos del paí,, sin un núcleo de personas conocidas a quienes confiarse y a quienes dirigirse. Gradualmente la semilla de la buena nueva va germinando: los infieles. se hacen neófitos, los neófitos se convierten en cristia– nos, de los cristianos se forman catequistas y se esco-

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