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Nuestro Estatuto de .\lisiones enumera en uno de :sus artículos las buenas cualidades morales de que de– ben estar adornados cuantos consagran su vida al apos– tolado. óean, dice, de probada :virtud; resplandezcan por su humildad y obedkncia 1 por su espíritu de ora– dón, ele amor al estudio y al trabajo; ardan en el amor de Dios y del prójimo, del cual emana el celo por la sal– vaciún de las almas y el espíritu de sacrificio para pro– mover entre los infieles la gloria de Dios·, (20). Conviene que el misionero sea hombre dC' Dios y que predique a Dios y no a sí mismo. Debe odiar el pecado quien manda odiarlo, müxime entre los intieles que se deJan guiar müs por el sentido que por la razón. Si to– das las otras buenas cualidades no están íntimamente ligadas con la santidad de vida, poco o nada eficaces serán para la salvación de los pueblos, antes bien a sí y «:t los demüs dañarán enormemente (30). Ahora bien, teniendo en cuenta que estas buenas cualidades no se improvisan, sino que por ser hábi– tos se adquieren a fuerza de repetir los actos, sígue– se que el eJercicio de estas virtudes es la mejor pre– paración para llegar a ser buenos misioneros. Cuanto más unidos con Dios vivan éstos, tanto mayores gra– ,das recibir;in para cumplir satisfactoriamente su co– metido (31). b) Formación cultural o cientijica.-Además del caudal de virtudes de que hemos hablado, necesita el varón apostólico gran acopio de conocimientos así ecle– siásticos como profanos. Nadie se haga la ilusión ele que para catequizar a los infieles basta una mediocre preparaciún científica. No súlo hay que enseñarles ]os primeros rudimentos de la fe, sino que hay que cimen- 25

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