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Al estallar la revoluciún francesa, y a et us,1 de las casi ininterrumpidas revoluciones pulític,>sociales del siglo x1x, las dificultades internas y externas por que las provincias atravesaban se reflejaron de un modo alar– mante en sus misiones respectivas, con la disminw::km siempre creciente de misioneros. El actual florecimiento de las misiones ele la Orden puede con toda verdad decirsé que data del año 18K4. el Capttulo celebrado en este año fué elegido I\1 in istro General el Padre Bernardo de Andermatt, quien puso todo empeño en restaurar la Orden en Europa y en pro– pagar las misiones entre infieles. .:\ medida que iba organizándose la ·,ida conventual por doquier y resta– bleciéndose la observancia reg·ular, se iba aumentando considerablemente el número de misioneros. Pc1esto que nuestra Yida capuchina es esencialmente misionera, según la intención del Seráfico Padre San Francisco, bastará vidrla plenamente para que haya siempre en la Orden y en la Prudncia óptirnos y abne– g·ados misioneros. Es preciso no falsificar este concepto integral de nuestra -:ida, para que nuestra forrnaciún no sea defec– tuosa e incompleta. ~o puede en absolutu prescindirse en ésta del elemento misionero, pues la formaciún o educación que tiene por ideal solamente la vida solita– ria o contemplatint no corresponde a la naturaleza de

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