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samiento: Ahora sí que puedo en verdad decir que ten– go cinco verdaderos Frailes Menores. Como si más cla– ramente dijerJ.: He aquí el más inequívoco distintivo de mis vedaderos discípulos: dar su vida por la salvaci(:,n de las almas. Sabido es, además, el aprecio grande que S:m Fnncisco tenía de: la obediencia y de la renuncia de la propia voluntad. Pues bien, entre tod1s las ole– diencias u ocu:nciones en que los frailes pueden ejcn:i– tarse, la más noble y excelente son las misiones entre infieles. «La más alt1 obediencia es a4uella en que la carne y la s:rngre no tienen parte alguna, y esto se rea– liza Clundo uno por divina inspiración va entre los infie– les, bie.1 sea para sah-ar al prójimo o bien por ak:mzar el m1rtirid. Creía ser cosa muy agradable a Dios pedir c..;t1, obediencia a los superiores» (l'.2). Idéntica conclu– siC>n de que las misiones s,m un fin nobilísimo ele la Or– den Franciscana, puede deducirse del capítulo de l t perfecta alegrí:1, de fas Florecillas. No consiste la per– fecta alegría, es cierto, en las misiones, según las grá– Jicas expresiones del Seráfico Padre a Fray León; pero lo que más se le acerca, lo que está a punto de confun– dirse con ella, es el predicar el Evangelio, tan perfecta– mente, que se conviertan muchas almas infieles a la fe del verd:tdcro Dios (13). Y, finalmente. porque las misiones pertenecen a la índole misma ele b Orden Francisc:.ma, acerca ele ell:ls legisla sabiamente en su Regla. Si de ellas ha~1la poco, es precisamente porque constituyendo corno la flor y nata, o sea b más ele\·acla perfección ele la Orden, todo cuant0 se dice de la Yida fran :iscana en general, debe aplicarse a 11 viJa misionera en 1n:t:icular (14). Ning:ín Fundador antes de S m Francisco lnbfa ha- ,,
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