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,·ida misionera y q ~1eu tne --:1 g0zando Je los consuel ')S Je la conte.nplaciún en 1:13 apacibles soledades ele Umbría. * * * Es~e espíritu misioner,) y este celo ap )Stúlico, tan hondamente sentido y con tanto entusüsmt) practicado, fué la más preciosa herencia que el Seráli:o Padre qui– so clej~ir a su Orden. Y, ah verdad, es incontesnble que según la mente de San Francisco, la Orden por él fundada es esencial– mente misionera. No cabe distinguir en ella un t p irte ele sus miembros que S': destina al apostolado entre fie– les o infieles, y otra que se cons"l:rn exclusivamente a la vida contemplativa. Por el mero hecho que un indivi– duo profesa la Regla franciscana, profesa una vida de actividad ap)stúlica. En la vocación franciscana van necesariamente incluídos los gérmenes de la vocaciún misionera. Las misiones entre infieles no s1n algo ac– cesorio, añadido o yuxUpuesto a la ddt franciscana: son, por el contrario, su perfección y complemento na– tural. Así nos lo dió a entender nuestro SenHico P,llrc con sus ejemplos y con sus enseilrnzas. _ \l llegar a conocimiento suyo la noticia de f 1, muer– te de los protomártires de la Orden-que scll u-on con su sangre h do;::trint dr: Jesús-prorrum,1ió en aquella alborozada exclamaciún, que antes re.::ord:ci'nmos, re– veladora, por lo espontánea, de su espírLn y de su pen-

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