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deseo del marNrio; b) el celo por la salvación de las al– mas; c) el eJemplo qtte debía dar a sus frailes. a) San Francisco, así como descubrió en la vida apostólica el modo más adecuado p3.rn satisfacer sus ansias de penitencia, humildad, sacrificio y despren– dimiento, así también vió en la predicación al mundo infiel el mejor medio de pregonar el poderío del Empe– rador de las almas y arriesgar por El su vida, dándole la suprema prueba de amor. E inflamado en el deseo del martirio corrió las aventuras de las misiones entre infieles. Y sólo cuando tuvo noticia de la muerte ele los protomártires franciscanos, con acento de 11ostalgia y santa envidia, ex:da1nó: Ahora si que tengo cinco ver– daderos frailes menores$ (10). b) En segundo lugar, el celo por la salvación de las almas sostenía y animaba su vocación misionera. Nada m.is palpable en la vida del Seráfico Padre que sn ansia constante e insaciable de irnitar en todo y por todo a Cristo. Entendi(1 que Dios le había llamado para recon– quistar las almas que satan.is le había arrebatado y con sin igual denuedo y fervor se lanzó a aquella gloriosa conquista. No se tenía por amigo de Jesús-dice su bió– grafo-si no amaba las almas por El amadas (11). De ahí su convicción profundamente arraigada de que Dios había llamado a él y á sus frailes para ganar, no sólo las almas del pueblo fiel, sino también las del mundo in fiel. c) Por último 1 la estrella que guiaba constantemen– te su apostolado era el afán de servir de modelo a sus frailes. Hubiera sido para él-que tenía alma de caballe– ro-muy veq.~·onzoso mandar sus discípulos a luchar por Cristo en el proceloso mar de las penalidades de la 13
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