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ARTICULO XVI Es verdad que durante este tiempo el S. D. observó una con– ducta verdaderamente ejemplar; celebral'ra misa cuando podía en– contrar lo necesario para ello y promovía la oració11 en común. A pesar de la orden recibida, burlando la vigilancia de los milicianos. atendió con heróica caridad al cuidado de los religiosos y en parti– cular de los estudiantes, visitándolos, animándolos, proporcionándo– les vestidos. Habría podido trasladarse a Bilbao y evitar así todo peligro de persecución y de muerte. Pero a los repetidos ofrecimien– tos y súplicas de muchas personas, el S. D oponía con serenidad la más resuelta negativa diciendo: «Mientras en la Provincia de San– tander haya un solo corista, yo me quedo aquí>. Como lo probarán. testigos bien informados, quienes harán constar Las fuentes de su información. ARTICULO XVII Es verdad que el día 13 de diciembre, con permiso del mando rojo, se trasladó al barrio de «La Cagioja», de Escalante, a casa de don Braulio Navarro, donde permaneció hasta el 29 del mismo mes, día de su muerte. Allí vivió una vida retirada y ejemplar, como en su refugio anterior. Apenas llegado a la nueva casa, colocó un altar, donde pudo celebrar misa todos los días en presencia ce los familia– res y de otros que asistían en la casa. Por la noche rezaba el rosario en común, despertando cada vez más en los presentes la convicción de la santidad y heroicidad de sus virtudes. Como lo probarán testigos bien tnjo,mados, quienes harán constar tas fuentes de su información. ARTICULO XVIII Es verd&d que a pesar de la libertad y tranquilidad de que go– zaba el S. D. en ~u nuevo asilo, estuvo siempre firmemente persua– dido de que Dios le había escogido como victima expiatoria de las profanaciones y horribles ofensas que se hacían al Señor diaria– mente. Presintió la muerte que le amenazaba: En efecto, la misma .tarde de su martirio dijo a una señora: «Doña Julia, mi hora está para sonar! ¡Jesús quiere victimas( En Santoña tengo unos dineritos a mi nombre; hágase cargo de ellos para que no se pierdan. En el camino le dirán la hora segura de mi muerte; comuníquemela, aun– 'que yo ya estoy preparado». El mismo día, mientras la señora, hacia las tres de la tarde, caminaba hacia la villa de Santoña para poner 24

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