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ARTICULO XI X Es verdad que el Siervo de Dios se declaró en la bodega, desde el primer momento, religioso sacerdote capuchino y mantuvo una conducta muy digna y ejemplar. Jamüs ocultó su condición de reli– gioso y de sacerdote, ni siquiera en presencia de los milicianos. Su caridad y celo apostólico en esta prisión de tristeza y de dolor fueron admirables. Todos los días rezaba en c0rnpafiía de los 1)tros detenidos el S. Rosario, y los domingos predicaba el ''Evangelio", estimulaba la oración y aconsejaba la meditación; confesaba y consolaba a los afligidos y buscaba el modo de infundir en ellos y de reavivar la llama de la fe, del amor de Dios, y la caridad con sus propios perseguido– res, despertando así en los prisioneros el santo deseo de la eterna salvación y del Paraíso. Como lo orobarán testigos bien informados, quienes harán constar las fuentes de su información. EL MARTIRIO Y SU ACEPTACION ARTICULO XX Es verdad que, habiendo bombardeado la avíac1011 nacional el 27 de diciembre de 1.936 objetivos militares en la ciudad de Santan– der, terminado el bombardeo, una turba de revoltosos marchó en dirección del barco-cárcel gritando: "A matar a todos los del barco; matémoslos a todos; que ninguno quede con vida". De hecho, des– pués de algunos momentos los guardianes de los detenidos empezaron a arrojar bombas de mano c1 J¡:¡s bodegas en donde estaban los pri– sioneros, con el fin de asesinarlos a todos. Entre tanto cada uno de éstos procuraba parapetarse escondiéndose en los lugares algún tanto más seguros. Entre el terror general se oyó la voz serena del S. de D. que dijo: "Arrepentíos de vuestros pecados, porque os voy a dar la absolución". Como lo orobarán testi¡;ros bien informados 1 quienes harán constar las fuentes de su información. ARTICULO X X l Es verdad que advirtiendo los revoltm:os y los guardianes de los presos que las bombas no los habían matado, echaron una esca– lera a la bodega núm. 4, en donde se encontraba también el Siervo de Dios, e hicieron colocarse en filas a los presos, quienes, saliendo de sus improvisados escondites, se encontraron frente a sus perse- 15

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