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54 Vicente Muñiz Rodríguez analítica no se encuentran ya ni vestigios de tales doctrinas .Y el cuadro donde se instala el tema de Dios y su lenguaje es el de la grave interro– gación en torno a la validez de su significado y sentido. Si se acude al punto de vista genético, esta situación del pensamiento actual analítico se hace comprensible. Desde el momento en que el análisis reconstructivo de Russell y Moore, sin escandalizar a los metafísicos por no polemizar con ellos, se impuso y creó escuela, la teología recibió un duro golpe. El de la indeferencia. Co– mo ha indicado Mitchell, el filósofo abandonó su púlpito para trasladarse a la plaza del mercado o al laboratorio, dejando al teólogo predicar en solitario. Sin auditorio con quien dialogar 86 • Esto obligaba a la teología, si quería ser escuchada, a acreditarse por sus propios medios. Temas como «la fe», «la gracia», «la existencia de Dios», para resultar interesantes debían previamente, ser inteligibles y válidos. Y una vez que Russell y Moore habían mostrado qué significaba ser válido o inteligible, la teología tenía que acomodar sus procedimientos a los esquemas científicos russel– lianos. De lo contrario, haría patente su renuncia a la pretensión de con– vencer lógicamente. El análisis de Russell sobre el concepto ser y existir, en el que puso de relieve que su significado equivalía al de un conjunto de funciones, no estuvo ajeno al desprestigio metafísico y teológico. Hacia la mitad del año treinta, Ayer, con su exposición analítica de las tesis neopositivistas, asaltó directa y definitivamente, destruyéndolas, las pocas defensas que quedaban a la religión. La teología, igual que la metafísica, en razón del principio de verificabilidad, fueron consideradas carentes de significado y lógicamente inexpresables. La superación del principio de verificabilidad no fue obra de teólogos o metafísicos, sino de una generación nueva de analíticos formados en la escuela de Wittgenstein. El arma empleada, sin embargo, para rechazar al neopositivismo lógico afecta nocivamente también a la metafísica y teología de viejo estilo. Por ello, el actual panorama del tema religioso discurre, hoy, en Inglaterra por nuevos caminos analíticos, sin posibilidad de retorno a posturas o especulaciones doctrinales de corte antiguo. Las discusiones analíticas más importantes sobre el tema de Dios y el lenguaje religioso son, en estos últimos veinte años, primordialmente dos. Una versa en torno al ragumento ontológico y toma como punto de par– tida un artículo de Malcolm en 1960. Otra es conocida bajo el nombre de «reto de Flew". En esta última, Flew desafía a cualquier creyente a que le pruebe «la posibilidad de la existencia de Dios». Su argumentación des– cansa en el criterio empírico de Popper sobre la falsabilidad de una pro– posición. Sucede, según Flew, que la afirmación «Dios existe» no es falsa– ble y, en consecuencia, no es científica 87 . 86 B. Mitchell, Faith and Logic. Oxford Essays in Phílosophical Theology (London 1957) 2. 87 A. Flew, New Essays..., cit. supra en la nota 71, p. 97 y 99. Sobre la concepción de Flew puede consultarse con fruto: W. T. Blackstone, The Problem of Religious Know– ledge (New Jersey 1963) y F. Ferre, Language, Logic and God {New York-Evanston– Londim 1961) especialmente en pp. 32-34.

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