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44 Vicente Muñiz Rodríguez Hasta prácticamente el siglo quince, el pensamiento humano -tanto en su versión griega como cristiana- se preocupó por la realidad en sí; por clarificar y sustanciar el qué de las cosas. Por ello, la verdad se define dentro de un realismo gnoseológico como acuerdo de la mente con este qué. Se descansa en la creencia básica de que los seres son inteligibles y de que la mente humana puede aprehender esta inteligibilidad. Pero a partir del siglo quince, el pensamiento occidental entra en crisis. García Morente enuncia tres hechos de capital importancia en los orí– genes de esta crisis: la pérdida de la confianza en una única religión verdadera, los descubrimientos geográficos en torno a la redondez del planeta y las nuevas teorías sobre el sistema solar 67 • Estos tres hechos ponen al descubierto que la adecuación entre la mente y las cosas no se logró llevar en los siglos anteriores. Por lo menos, en muchas de las ver– dades hasta entonces consideradas como inconcusas. ¿Cuál fue el motivo? ¿La no-inteligibilidad de las cosas en sí o el método inadecuado con que la mente aprehensora se acercó a ellas? La filosofía llega, con esto, a la madurez de la duda sobre su propia esencia y quehacer. El hombre se hace consciente de que la realidad sólo se descubre, en su verdad, cuando es abordada con métodos adecuados. Y estos métodos habrá de buscarlos el hombre dentro de sí mismo, no en las cosas que trata de captar. Y ya dentro del hombre, en su inteligencia. Así, el pro– blema metafísico se retrotrae al de la inteligencia. Estudiar la inteligen– cia humana es primordialmente estudiar el instrumento que hace posible el dominio del mundo metafísico. El acto primero intelectual humano es el que tiene como fruto los conceptos o ideas. Y quien investiga y descu– bre el proceso y funcionamiento de las ideas, investiga y descubre las leyes en que la realidad metafísica se revela. Y esto, porque las ideas son el lugar donde formalmente se presenta lo que la cosa es realmente. Las ideas son como una segunda presentación de las cosas, una re-presenta– ción. Del realismo se pasa, así, en desarrollo progresivo al racionalismo y al idealismo. Kant acertó plenamente al calificar este período de «revo– lución copernicana filosófica». En nuestros días, asistimos igualmente a otra revolución en la filo– sofía cuando ésta pone como centro de su interés el lenguaje. En efecto, los procesos inmanentes del conocimiento y su contenido necesitan del lenguaje para ser expresados. De otra manera la filosofía resulta ineficaz y estéril. Ahora bien, cuando la filosofía se expresa en lenguaje, hacer análisis del lenguaje es hacer análisis de la filosofía. Lo que de objetivo tenga el pensamiento, será lo que de objetivo tenga el lenguaje. El pro– blema de la realidad es traspasado, así, al problema del lenguaje a través de lo gnoseológico. En el lenguaje quedan implicados el realismo y el racionalismo en el sentido anteriormente expuesto. Con el lenguaje como centro de interés de la filosofía, no sólo se asiste a una revolución en el pensamiento sino también al agotamiento de posibilidades en la especu- 67 M. G. Morente, Lecciones preliminares de Filosofía (Buenos Aires 1938) 132-33.
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