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158 Vicente Muñiz Rodríguez Sus distinciones fuera de esta unidad distinta e inmanente. Esto se realiza mediante las virtudes (auváp.w;) que según la analogía ponen a las crea– turas en la existencia y que hacen a éstas « .:póo~o<; » de la Divinidad o, según el posible giro semántico de algunas expresiones creativas: «frutos de un quehacer divino colateral» 352 . Pero al lado de estas distinciones relativas ad extra, se dan también otras ad intra que comprenderían los atributos que competen a cada Persa.na o Hipóstasis divina y que no pueden reciprocarse entre Ellas 353 • Tales distinciones son uniones por identidad con la naturaleza secretísima de Dios. Ahora bien, el camino apofático o de las negaciones es superior al de las afirmaciones, pero sólo en el nivel de las distinciones manifestadoras ad extra de la /hapx[a. Más arriba de aquí, el juego dialéctico dionisíaco se rige por la ley de la no-oposición de los contrarios. Así, del principio engendrador de las realidades divinas (-co &soTóvov), que está por encima del Uno mismo, se afirma que: «le atribuimos a la vez el nombre de Unidad y Trinidad» 354 . De esta forma, la Divinidad instala en el mismo nivel de su Transcendencia, en simultaneidad, la Unidad y la Trinidad que permanecen, por ello, como la Transcendencia misma inaccesible a todo conocimiento y a toda palabra. Algo inadmisible para los no cris– tianos. Especialmente, para los neoplatónicos en cuya especulación toda anagogía se somete al Uno. Unidad y Trinidad, así, ubicadas en el corazón mismo del misterio del Dios Oculto e Incognoscible son objeto de la vida cristiana. Meta que toda mística aspira conquistar vitalmente, a través de lo que una larga tradición medieval vertió bajo el nombre de «docta ignorancia» 35 5. La razón enseña que cuanto se da en el efecto debe de algún modo preexistir en su causa. De aquí, que las Personas divinas gocen de todos los atributos que la vía apofática y catafática predica de la Divinidad. Andaduras más hondas, dentro del misterio trinitario e, incluso, éste mismo, son fruto de la Revelación ( •~po<; -cwv [spwv AoTtmv ). Por la Revela– ción, recibimos que en «la Divinidad, el Padre tiene razón de origen o 352 Cf. nota 244. 353 DN 641d. 354 En DN 592a se nos afirma que la Tearquía es alabada como Trinidad, «por la manifestación de la supersustancial fecundidad (-¡ovtp.,:h:r¡~) en tres Hipóstasis», «ota u¡·, ,ptau;:Ócr,awv tij:; frn:epoucr/ou 1 ovtp.ó,r¡,o:; sxcpavatv». La 1 ovtp.ón¡ :; divina es en DN 981a, designada también con el nombre de ,o füo 1 óvov. 355 Según Vanneste, Le Mystere de Dieu... 223 toda la MT conduciría a dos modos de unión con Dios: uno, el de las jerarquías en su ibna,pocpf¡; otro, el de la ascensión individual de la inteligencia hacia el Dios Transcendente. Así, la experiencia mística estaría profundamente ligada al éxtasis plotínico. Bajo estos aspectos, las conclusiones de Vanneste nos parece que desconocen la doctrina trinitaria, y todo lo que ella impone como directriz del sistema dionisíaco y de todos sus elementos, sean o no neoplatónicos. Más cercano, y creemos con motivo suficiente, a nuestro punto de vista, está V. Lossky, A l'image et a la ressemblance de Dieu (París 1967) 20-22.

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