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154 Vicente Muñiz Rodríguez c) Tptái;:. El Pseudo-Dionisio emplea el monema ,otác: con sentido vario. Así, con él puede designar a la «tríada» que constitl {ye.la primera jerarquía huma– na o hacer simple referencia a su carácter numeral o, por último, nom– brar el misterio trinitario de la esencia divina 342 . precisamente, este último sentido el que nos interesa ahora. En su utilización independiente del campo asociativo semántico de ¡1ovái;: y· se presenta ante todo como «unidad de principio». La Trinidad es Unidad. Gandillac con fortuna emplea el término «Unitrinidad», para señalar este carácter de ,ptác;. Por otra parte, ,ptái;: guarda relación explicativa con las manifesta– ciones ad extra de la Divinidad en la creación, mediante las fuerzas o virtudes (ouvá¡tEti;:) que permanecen unidas a la Superesencia divina, de la cual se distinguen de modo inefable 343 . En efecto, la creación es resultado de la bondad que se difunde. Ahora bien, la Trinidad es el «principio» del bien y, en consecuencia, fundamento radical de todo lo creado. Por ello, nuestras plegarias deben ser dirigidas a la Trinidad que está presente en cuanto existe, transcendiéndolo de manera absoluta 344 • Esta presencia trinitaria de la Divinidad en nosotros y en la manifestación en el mundo de la providencia divina no puede ser minimizada. Toda la espiritualidad que realza la inhabitación en el alma de las Personas divinas parece poder arrancar del pensamiento dio- 342 La primera tríada de la jerarquía humana es designada por -rptcfr; en 500d; su carácter numeral DN 529d; igualmente en DN 700a. En todos los demás casos en que ocurre, designa el misterio trinitario. 343 DN 821c: <<xr.Ú ¡oüv at ::a.YájlClt xrú. r:p2::1~6i:atat Ouvdp.et<; Ov-crn~ oU:Jat~ xcú oiov ~.., í:poltúpot;; tf¡c; Ú7tepouofou Tptá~o~ túpu11.iwxt, 7:pO; aÜi:f¡t; xai [v aUq¡, xr.ú --cO sivc.n, xclt tO &soÉtOW; Et·;at l:zoucrt>). •Cuanto a las fuerzas (~uváµzt~) perfectamente santas y muy venerables que tienen real existencia, se sitúan de algún modo en el mismo vestíbulo de la Trinidad que todo lo transciende, de la cual y en la cual reciben el ser y el ser de forma divina•. 344 DN 861b: <<Krú ítpÓr'CTfi, sl OoxsT, Ti¡v TI:a·.rcel3j, xat tiüv Ó/..mv -coD 8EoÜ 1:poóOwv Siu.pa•,r¡;optx:fjv d1alhuvu¡1iav b:tcrxe~<liµs&a, -rr¡·1 d-rallap1._txr¡v xat ú.:spá-ra&ov E.:umi.scrd¡1svot 'rptá1la, ,r¡v hc¡;anoptxr¡v Tiliv óJ~w·; Éaui:Y¡c; dralhwcá--cwv í:povotWv. XpT¡ ~íap ~p.fü; t'1Ic; eJJxatc; í:ptÜi:OV Sr.:' aU-ci¿•;, W; d~vx&apxfrxv, 1:pocravd¡E,~Oat, zai p.fi ./.1ov aUtTI -::)~·t¡:Jtd:ov-cac;, Sv -r:011:tp 11usYcr&at -:d iravrfra&a úWpa. 1:d r:spt aU'rY)v í.úpup.kva~ xo:i ¡Clp aü-c~~ p.ev d1:rxcrt -;:ápEcrttv, oO r.:&rca. Os atl-rTI í:CÍp2:1i::t». «Ante todo, si te parece bien, examinaremos este nombre de 'bueno' que expresa perfectamente todos los procesos (.:póoooc;) divinos, habiendo invocado a la Trinidad que es el principio del bien al que transciende y que manifiesta la totalidad de las providencias bienhechoras. Ya que es hacia Ella hacia la que es preciso elevar nuestras plegarias, como hacia el principio del bien, y acercándonos lo más posible a Ella reci– biremos la iniciación en los dones perfectamente buenos que en Ella se encuentran. Porque si bien es verdad que Ella está presente en todo ser, ninguno por el contrario está en Ella•. Como puede comprobarse, al examinar todo el contexto griego, el ante– cedente de afJ,f¡v no puede ser otro que Tptdc; a no ser que se pretenda que nuestras oraciones se eleven a la drallwvu¡1ia. Lo más obvio es pensar que Tptá; es el principio de la .d 1a!lwwµia o la d-raí)ap1._ia.

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