BCCCAP00000000000000000000377

138 Vicente Muñiz Rodríguez ficar y, por último, a los ministros sólo purificar 29 ª. La jerarquía eclesiás– tica que presenta, así, como imagen de la celeste. Pero esta imagen dista bastante de su modelo. En éste se daba una distribución triádica de clases ontológicas dentro de cada jerarquía. Incluso, las jerarquías era igual– mente tres. Para conseguir esta división triádica en la jerarquía terrestre, habría que forzar demasiado la hermenéutica de todo el CD. Sin embargo esto podría hacerse, dividiendo el universo mundano de esta manera: a) jerarquía legal, b) jerarquía eclesiástica y c) jerarquía puramente sen– sible 297_ Esto vendría muy bien a una hermenéutica preconcebida según módulos neoplatónicos del CD, pero creemos que no hay suficientes textos que la avalen. Por el contrario, los textos avalan más bien que en nuestro universo humano se dan sólo dos jerarquías: la legal y la eclesiástica. Cada una de ellas con características propias y siendo la segunda el des– arrollo natural y en plenitud de la primera 298 • Por otra parte, mientras que la ley de la mediación para la jerarquía celeste se expresa sin titubeo alguno, en la jerarquía eclesiástica encuentra objecciones y su lenguaje no es tan nítido y seguro. No se presenta, sino con alguna nube. En efecto, al final del primer capítulo de EH, el Pseudo-Dionisia ofrece un pasaje en que afirma que los obispos reciben los dones teárquicos direc– tamente de la Tearquía y los transmiten a sus inmediatos seguidores. Hélo aquí: 'A'lf.qzr.Úruc; ouv ol 7:pcirrnt ,~e; za.&'r¡¡tdc; lzpa.pz( ac; za&·rnEp.óvs:;, h. ,f¡:; Ú7tepoucr[ou &capx_[ac;, a6,o[ ,2 ava.:kr¡cr&Én2:; ,oli [epoóí 6<Í)pou zat z1c; ,o EEr¡:; w'.no 11:poaTa"(Et'I 1)1[0 ,f¡c; &Eap)'_tr.f¡:; a·ra&fr,¡,o:; a7:2crw),¡dvot, zal a6,ot OE a9f}ó,1m:; Ep(il'l– í:2c;... , CEH 376d). «Necesariamente, pues, los primeros moderadores de nuestra jerarquía Clos obispos) están llenos de los dones sagrados procedentes de la super– sustancial Tearquía y son encargados por la bondad teárquica de trans– mitir estos dones a los órdenes sucesivos». Dada la multiplicidad de con– textos en que aparece la ley de la mediación, uno se siente con R. Roques obligado a interpretar este pasaje dentro del conjunto total. Tal herme– néutica es obvia, válida y correcta. Con todo, se ha de hacer constar que el Pseudo-Dionisio no expone su pensamiento con la misma facilidad usa– da, al referirse a la jerarquía celeste. Encuentra en nuestra jerarquía ob– jecciones que, al intentar rebatir, ponen un claro-oscuro en el desarrollo de esta especulación dionisíaca. Así, por ejemplo, a quien afirme que Dios puede aparecerse sin intermediario alguno como hizo con Moisés y otros hombres piadosos, nuestro autor le contesta acudiendo a la Sa- 296 EH 504c 505c. 297 Al ser lo sensible incapaz de divinizcación, ya que estaría formado por los entes carentes de inteligencia y razón, su situación sería jerárquica. Nuestra aproxi– mación hacia esta división triádica del universo, tendría como base la organización ontológica que hace el Pseudo-Dionisia en DN 917a, en donde los entes se distribuyen: <<7:iioav lcró-c:r¡-ca, vor¡ri¡v, vocpcl.·1, l'~o¡oá¡v, alcr&r¡nxT¿·1, oUaubOr¡, (flUOtxfiv». El Pseudo-Dionisio, al no poder mantener en la jerarquía eclesiástica una réplica per– fecta de la celeste, se atiene a las constructuras reales de la Iglesia de su tiempo, esforzándose por conservar en ella las leyes de la Jerarquía Celeste. 298 R. Roques, L'univers dionysien ... 171-74.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz