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La Tearquía, nombre de Dios 137 Esta ley de la mediación adquiere dos aspectos: uno descensivo y otro ascensivo. La CH, para el primer aspecto, nos habitúa a pasajes en cuyo contexto el vocabulario de « otw!.ó::;¡1,¡crt~ , < coxocrp.o~,, , i1:;:tcrér¡¡1,¡ », «ED,ap.~t~•, •ipon:ooo::;1a•, es normal. De manera principal, el ámbito descensivo de la ley de la mediación queda expresado en CH en tres pasajes 293 • De ellos, escogemos, para comentar aquél en que el Pseudo-Dionisia recapitula sus ideas sobre este tema. Las inteligencias celestes más venerables -las per– tenecientes a la primera jerarquía-, reciben la iluminación, la purifica– ción y la perfección inmediatamente de la Tearquía. Después de ella y, según su capacidad, la segunda jerarquía y, luego, la tercera a la que sigue ya nuestra jerarquía humana. La mediación se clarifica de nuevo y seguidamente: todos los espíritus celestes son manifestadores y media– dores: los más venerables del mismo Dios (fhsó~) que los mueve y los otros, según su capacidad, de estos más venerables de los que Dios es el motor. Así, los serafines alabando a Dios en su trisagio comunican su conocimiento a los espíritus celestes que les siguen. Este canto triságico se opone, en el CD, al silencio apofático que es el término último de la ascensión mística en que la creatura se une a Dios de forma misteriosa en mudez absoluta 294 • El aspecto descensivo de la mediación implica una regla de degradación. Una suerte de entropía de la actividad teárquica. No por defecto de ésta, que permanece siempre idéntica y única, como hemos indicado, sino por la capacidad de las creaturas. En efecto, a me– dida que éstas se alejan de la &sapz[a la potencialidad de recepción teár– quica que poseen se disminuye. La luz divina, de este modo se va como apagando y oscureciendo y su mínima expresión luminosa reside en la materia. Al Pseudo-Dionisio, la sirven aquí de expresión, las imágenes platónicas del fuego. Cuando el fuego se encuentra con sustancias refrac– tarias, su acción queda sin efecto o se reduce a rasgos imperceptibles 29 s_ La EH, a este respecto, parece seguir idénticos caminos. No obstante, cobra algunas particularidades específicas. En la primera jerarquía eclesiástica, tenemos que a los obispos com– pete purificar, iluminar y perfeccionar; a los sacerdotes, iluminar y puri- El carácter de transcendencia de la actividad teárquica se designa y califica por el adverbio «ur:spqiuiüc;» que va acompañado algunas veces de «qiucrtxiü;», así en CH III 3 414-15 (16Bal. 293 CH VII, 3, A2·8 (209a), X, 1, D35-A (272d, 273al. La mediación descendente de la «xdlhzpcrtc;» también en CH, XIII, 4, B-C (395bcl. 294 CH VII 4 B20 (212bl n. 4. 295 CH X 1 D41 (272d) afirma para el primer grado de espíritus celestes: "zpuqiwcépq zal epavepo·dpq ,r¡c; &eap,_iac; qiun:ooocr!a». La primera jerarquía que recibe directamente de la Tearquía su actividad propia es purificada, iluminada y perfeccionada por «un don de luz más secreto y brillante». Para el segundo grado angélico, ya se nos dice: «mJ11~0/ s.ov 'i:Ol~r¡::;Wp.cf}o: tj;; r:ó()pmOs·; ¡r:l-rsloüp.Évr¡;, zcú OvX -cYj•; -::póoúov d¡1.uOpoup.Zv1¡:; slc; Oetrd– pwcrtv 1:2í,2tú1crew;» CH VIII 2 C28 (240cl. Inmediatamente, después, el Pseudo-Dionísio aduce las metáforas solares, tan queridas a la tradición platónica, y la imagen del fuego que lleva a actuar sobre materias con las que no tiene afinidad, a través de las que le son semejantes en el calor, CH XlII 3 B20 (30lbl.
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