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102 Vicente Muñiz Rodríguez En la vertiente opuesta se halla el predicado «pequeño», que en el amplísimo contexto del c. IX se atribuye también a Dios, aunque no en referencia directa con el término 02ó:;. Nos interesa, porque la razón de aplicar el concepto pequeño a Dios, señala la inmanencia divina. Deci– mos que Dios es «pequeño», ya que no existe nada que no haya sido inva– dido por la presencia divina. Por «muy pequeño» que sea el ser, allí está Dios. Su acción alcanza hasta la médula de la creatura o las partes más pequeñas en que ésta puede ser dividida 186 • Afectando directamente al campo semántico de Osó:;, el tema de la in– manencia se desarrolla, como reverso de la transcendencia, bajo dos aspec– tos principales: el cognoscitivo y el de la providencia. El primero muestra relaciones básicas explicativas con la doctrina dionisíaca ejemplarista. El segundo se reduce a una exposición de la creación y conservación del ser, tal como podría encontrarse de forma más sistemática y organizada en cualquier manual de teología natural. El modo de conocer divino corresponde a su modo de ser: infinito y eterno. Instalado sobre el ser y el no ser. El Pseudo-Dionisia aplicando este principio metafísico a los ángeles y a los hombres, describe el cono– cimiento en relación con su mayor o menor dependencia de la materia, de la multiplicidad. La fórmula tomista «cognitio ex immaterialitate», para indicar la perfección cognoscitiva ontológica se encuentra enunciada en el CD en su núcleo fundamental 187 • Una diferencia radical separa el conocer divino del creado, cuando éste hace referencia especial al hom– bre. En éste, lo conocido es norma y medida. La actividad cognoscitiva humana invade la esfera de un objeto y aprehende sus notas esenciales, pero a condición de ser normada y mensurada por dichas notas. Cuando se trata del conocer divino, en cambio, sucede al revés. Dios conoce las cosas, los seres en cuanto es su causa. No es mensurado ni normado por ellos, sino que El es la medida y la norma. Por ello, el acto cognoscitivo no termina en el objeto en sí, sino en la propia esencia divina en cuanto en ésta se encuentran los paradigmas o razones ejemplares de las cosas. Dios lo conoce todo de forma anticipada en su propio ser, incluso antes de que pase a la existencia. De forma progresiva, el pensamiento pseudo-dionisíaco sobre el cono– cimiento, referido a Oeó:;, podría ser formulado así: a) El conocimiento de Osó:; es absolutamente transcendente a todo 186 DN 912a: <<olh:m~ o;•; ~-::t Oeo5 tO ap.txpO•; ixkt¡r:-:áov W~ i·d ¡;dvca xai Ou.l r:áv-i:u>'J dvap.t:o3i~– 'ttu;; XUJpo'Jv xat EvÉp¡oüv xcú Ó{X'JOÓ\t!ZVO'J dpzt 11spt:1p.o() y:.r¡_~~ i:É xat ¡;va6p.,x¡;o;u.» «Lo pequeño en Dios ha de ser considerado de forma que penetra, actúa e invade todas las cosas hasta el punto de la división del alma y del espíritu vital, de las coyun– turas y de la misma médula•. 187 J. Durante!, Saint Thomas et le pseudo-Denys (París 1919) en el cap. III analiza el tratado DN y su influencia en Santo Tomás. Muy particularmente, todo el cap. IV recoge la doctrina dionisíaca asimilada por santo Tomás, aunque a éste no le haya llegado en forma directa. Así, la utilidad del sensible en la dimensión de la inteligi– bilidad y la iluminación intelectual.
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