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10 Introducción fue vista siempre con reservas por los investigadores especializados en el tema dionisíaco. Alguno, incluso, hizo a este respecto apreciaciones bas– tante desfavorables. Así, M. Schiavone, Neoplatonismo e Cristianesimo nello Pseudo-Dionigi (Milano 1963), en la p. 28, califica la tesis de Elorduy como «piuttosto avventata e superficiale». Con todo, después de Elorduy y merced a su obra, se admite hoy la importancia que tuvo la influencia estoica en el CD. Tovar reduce su aportación en 'El Pseudo-Dionisio y Am– monio Sakkas', Emerita 16 (1948) 277-81 a unas reflexiones sobre la obra de Elorduy. O. González, en el capítulo dedicado al misterio trinitario en el Pseudo-Dionisia, afirma que el Dios del CD es fundamentalmente el Uno neoplatónico. Aparte de esto, en español, se cuenta con una versión del CD realizada por una sociedad de humanistas y teólogos, cuyos datos precisos pueden verse en la bibliografía. La calidad de esta versión deja algo que desear, porque ha atendido, sobre todo, a una interpretación literal del texto griego. La elección del tema Los nombres de Dios, con sus limitaciones, dentro del ámbito de la doctrina areopagitica fue sugerida por la diversidad de interpretaciones posibles del Dios pseudo-dionisíaco hechas desde la dia– cronía. Un Dios, fundamentalmente Uno neoplatónico sin vestigios de es– peculación trinitaria; un Dios, Luz; un Dios, profundamente cristiano, ápice de la teología trinitaria oriental o revestido de lenguaje neoplató– nico para equivocar a los filósofos pertenecientes a esta corriente de pen– samiento. Todas estas diferentes tesis irán apareciendo con sus respectivos defensores a lo largo de nuestra investigación. ¿Sería posible, desde la sin– cronía, aportar un fundamento semántico que hiciera desaparecer esta multiplicidad de interpretaciones y que fijase con precisión el sentido de la Divinidad en el CD? De esta manera, casi por necesidad, entró en juego la segunda preocu– pación: el modo cómo había de ser abordado el tema. Tres grandes con– cepciones del lenguaje -la del neopositivismo lógico, la de la analítica oxoniense y la del estructuralismo-, ofrecieron otros tantos puntos de partida. El del neopositivismo lógico fue rechazado por no encontrarse dentro de los intereses en que se movía la investigación. E, incluso, porque anulaba su significado. En efecto, si Dios era un pseudo-problema filosó– fico: ¿qué utilidad había de buscar su significado, ya de antemano inex– presable en un lenguaje lógico correcto? La concepción analítica oxoniense del lenguaje presentó ideas más aprovechables que las del neopositivismo lógico. Aunque no fueran más que de índole introductoria. La concepción del lenguaje como juego sig– nificativo sirvió para determinar el ámbito y la razón por la que las expre– siones del CD acerca de Dios tenían sentido. A este respecto, la regla de oro, defendida por el Pseudo-Dionisia, fue la de no pensar, ni decir nada de la Divinidad, si Esta de antemano no lo ha revelado. Sólo desde la

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