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- 20 - ¿ Será preciso recordar la respues1:a, ya casi banal, traída en cualquier texto de Filosofía Escolás1:ica, de que tal argu– mento es una simple petición de principio? «La acción humana -se arguye- debe tener causa su– ficiente)). Absolutamente cierto; pero las causas de las ac– ciones pueden ser necesarias o libres. Así que deducir de la anterior premisa esta conclusión : «Luego las acciones del hombre son necesariamente determinadas)): -Luego su cau– sa es necesaria-, no es lícito, en buena lógica, si no se ad– mite la premisa menor sobreentendida: «Es imposible que existan causas libres)); es decir, si no se presupone como evidente aquello mismo que se quería demostrar: que toda causa es necesaria. Es extraño que la perspicaz inteligencia de nuestro filósofo acepte un argumento semejante: sólo su empeno en mantener la concepción anterior puede expli– carlo. 8. En realidad, la cuestión, en sí misma, es relativamen– te clara. La causa necesaria produce necesariamente sus efectos, si se dan los antecedentes requiridos para obrar, precisamen– te porque carece de libertad, y, con ella, de principio y fuer– za necesaria para autodeterminarse, ser dueña de su efecto, obrar o no. La causa libre, en cambio, tiene en sí misma el poder de determinarse a obrar o de abstenerse, de elegir una ac– ción u otra, un objeto u otro, aun cuando se den todos los requisitos para obrar: por eso se dice c1ue es dueña de sus ac1:os; por eso es responsable, por eso es causa libre. Es1:a intrínseca facultad de determinarse o es1:a intrínse– ca indeterminación en presencia de las condiciones requeri– das para que nues1:ra facultad pase de la potencia al acto, es lo que distingue espedficam.ente nuestras acciones de las de todos los seres no inteligentes. Así, pues, aunque nos fue-

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