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-19- de prejuicios para anublar el testimonio preciso y claro de la conciencia y negar la libertad y la responsabilidad. Por acción humana ha entendido siempre todo el mundo acción intrínsecamente libre, en contraposición a efecto físi– co de la naturaleza, que es intrínsecamente determinado. Quien admite, pues, que la acción hmnana -intrínse– camente libre- es determinada y debe considerarse como cualquier fenómeno físico -intrín:secamente determinado-, incurre en un lamentable paralogismo, en una <<contradictio in tenninis)J ; u olvida, sin darse cuenta, la propiedad espe– cífica que las hace humanas. Porque entre las acciones del hombre son propiamente humanas -propias del hombre corno tal- sólo aquellas de las cuales él tiene dominio; en lo cual se contradistingue de los irracionales. Ahora bien; es dueño de sus actos por la ra– zón y la voluntad : por eso se dice que el libre albedrío es una facultad de la voluntad y de la razón. Así, pues, huma– nas son aquellas acciones que proceden de la voluntad deli– berada ( r ). Este razonamiento del Angélico Doctor es la expresión exacta de la verdad, perfectamente de acuerdo con el sen– tido común, apoyado en el testimonio irrefutable de la con– oenc1a. Fútil parece el argumento con el cual Del Vecchio pre– tende justificar la legitimidad de tal concepción, arguyen– do: ((Nada sucede en la naturaleza que no tenga una ra– zón suficiente; las acciones del hombre, como fenómenos naturales, son, por esto, necesariamente determinadas, y se podrían prever (como admitía también Kant) de igual mo– do que los eclipses del sol y de la luna, si nos fuera dado co~ nacer a fondo sus antecedentes)) (2). (1) I-II, q. I., a. I. (2) HLezioni,,, p. 344.

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