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- 17 - Pero persis1e en su concepción, según la ideología kan– tiana, y, en lugar de corregirla, trata de componerla y com– pletarla con la concepción deontológica. Mas aceptando tal sustancia eterna e inddl:rudible, subs– trato de los fenómenos, y la necesaria concatenación de éstos, viene a viciar su teoría. con dos errores fundamentales : el monismo y el determinismo. Bien es verdad que en el pasaje transcrito no aparece claro si tal sustancia índes1ruc1iblc y eterna. para la cual no tiene vigencia la ley de causalidad, es substrato ((tinicoil para todos los fenómenos o sí solamente para algunos -y en tal ca– so, serían varias en número tales sustancias-, o bien, si para cada fenómeno hay que admÍEÍr un substrato. Pero de las explicaciones c1ue da m<1s adelante, las que a su tiempo examinaré, se ve claro que se ha de entender en el primer sentido, reduciéndose codo, al fin, a un monis– mo subjerivista, que viene a ser como el núcleo de todo el sistema. En el desarrollo de su pensamiento, Del Vecchio apli– ca también el principio de causalidad, tal como él lo entien– de, a las acciones humanas; el determinismo que de tal aplicación se sigue es, quizá, ia más funesta de sus conse– cuencias y raíz de una serie de contradicciones. Espinosa -a quien toma nuestro filósofo como guía en este punto- había tratado de dar de los actos humanos una explicación puramente causal en el sentido explicado, a sa– ber, de la causalidad mecánica, necesaria. Las acciones humanas son fenómenos : Luego están su– jetas a la ley universal de é.,1:os, exactamente como cuales– quiera otros fenómenos físicos. Los apetitos y perturbacio– nes del ánimo deben ser considerados de igual modo que las perturbaciones de la atmósfera. El filósofo debe mirar en los afec1os y pasiones del hombre no v1C10s, sino propiedades; 2

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