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48 VEN A MIS BRAZOS D ESCANSA, Amado mío, que yo te velo. ¿Qué quieres que te diga, bello lucero? Duérmete, Amado mío, que yo no duermo. Te busqué entre los montes por mil senderos, y en las noches calladas salí a tu encuentro. ¡Ay!, Dueño de mi vida, ¡y cuánto tiempo vagué desorientada de Ti muy lejos sin advertir siquiera que estabas dentro! Ahora, Dueño mío, que ya te tengo, pon tus manos de seda sobre mi pecho. ¡Que el amor, como el niño, tiene su sueño! 1930