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SIGUIENDO TUS PISADAS A NSIOSA, desgreñada, seguía tras las huellas del Amado el alma enamorada, el rostro demudado, y el pecho por la angustia desgarrado. El Amado corría, el alma le seguía con empeño, apenas ya le veía, cuando un letal beleño la impedía acercarse hasta su dueño. Un alto en el camino quisiera hacer, más cosa era soñada; El Esposo Divino, viéndola así encelada, seguía, sin parar, a su morada. Al fin, desfallecida, de amor y de dolor transido el pecho, exclamó dolorida: -«Amor, di qué te he hecho, que así me desamparas en mi lecho». 25

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