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A LA VIRGEN DE MI TIERRA V IRGENCITA de mi tierra, de mi tierra castellana, no deseches mis suspiros, no desoigas mis palabras, que, aunque sé que no merezco de tus ojos la mirada, confundido y confiado, vedme postrado a tus plantas. ¡Cuántas veces siendo niño recité aquí mis plegarias! ¡Cuántas veces, compungido, derramé copiosas lágrimas! ¡Cuántas veces! ¡Ay!, te dije: -<<Que te amaba, que te amaba!» y tu, Madre, contestaste: -<<Gracias, hijo mío, gradas». ¿Qué pasó en aquel momento? ¿Fue el candor de tu mirada? ¿Fue el encanto de tus labios? ¿Fue el torrente de tus gracias? No lo sé, pero al salir de tu ermita solitaria, con el corazón te dije, lo que mis labios callaban. 169