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140 Sólo una cosa no pasa, sólo una cosa persiste, sólo una cosa resiste del tiempo a la destruccíón, la lleva el hombre metida en el fondo de su alma, y ella tan sólo da calma al inquieto corazón. No ignoráis cómo se llama ese ser tan misterioso, don el más noble y precíoso que existe en la humanidad, se llama AMOR DE CRISTIANOS, que, cual brújula divina, a los hombres encamina por sendas de eternidad. Compañeros muy queridos, al dar el adiós postrero a este Colegio señero, seminario de virtud, queremos dar una prueba del amor que os profesamos y que no nos olvidamos del deber de gratitud. ¿Cómo olvidar, compañeros, este jardín de ilusiones? ¿Cómo olvidar las canciones de nuestra amada niñez? ¿Cómo borrar de la mente las ingenuas travesuras espontáneas en ternuras, sublimes en sencillez?