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124 EL MISIONERO La dicha verdadera está en el alma, no envuelta en esos bajos lodazales, ¿cómo, pues, les prometes tú la calma en orgías y locos bacanales? Adiós, mundo, me voy, pues tus intrigas no quiero que me turben el sentido, no quiero que palabras fementidas me halaguen por más tiempo el oído. El alma de los indios ya me espera, la mies está en sazón, segarla quiero, el fruto de tan larga sementera le debe cosechar el misionero. EL MUNDO De nuevo te pregunto, ¿qué deseas? ¿Qué quieres conquistar?: ¿oro?, ¿riquezas? En mí las hallarás, como me creas .y arrojes de tu mente esas simplezas. Honores te daré, renombre y fama, tu nombre volará de polo a polo... EL MISIONERO Desprecio tus promesas, pues tan sólo a Cristo seguiré que es quien me llama.

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