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,42 P • A L E J A N D R O D E V I L L A L M O N T E Dios como Verdad y Luz de las inteligencias. El mismo concepto del Ser infinito que tenemos naturalmente vale ya -radicalmente- para probar la existencia de la Trinidad; pero tenemos de un modo tan im– perfecto que de hecho no lo logramos. Viene la luz de ta fe -nueva in– fluencia y presencia más intensa de la Verdad increada- y nos r•er– mite ver algo más: vemos que de hecho el concepto de infinito implica la Trinidad de personas, pero sin llegar a descubrir el modo íntimo có– mo la infinidad exige la Trinidad. La distinción entre lo natural y so– brenatural aparece, por tanto, en el orden dinámico: un mismo concep– to tenido por noso,tros según el dinamismo de la naturaleza, si es ac– tuado luego por una mayor intensificación del dinamismo divino -por la mayor influencia y presencia de las razones eternas- llega a ex– presar verdades de la vida íntima de Dios. Tal sucede con el concep– to de la Suma bondad, o de que sobre Dios hay que pensar altísima y pwdosisimamente, que vistos a la luz de la razón nada nos dice de la Trin•idad de personas en Dios; pero que entendidos ut docet fides, se- gún la doctrina de la "piedad", nos llevan a demostrar que en Dios hay tres Personas 71 • Considerar este doble aspecto de nuestros conceptos es mirarlos: a) bajo la analogía del ser (orden natural); b) ba_jo la analogiá de la fe (orden sobrenatural). Esta terminología ya quedó un• poco expli– cada más arriba. Insistimos ahora en que la tesis de la ordenación na– tural al fin sobrenatural, la teoría del "iluminismo" y de las razones ne– cesarias" que estamos examinando (en co11'exión con las anteriores) tie– nen vigencia, en primer término, en la "analogía de la fe'' y luego en la analogía del ser tienen varias aplicaciones. Lo mismo que, en últi– ma instancia, acontece con la prevalencia del "bien" sobre el "ser" co– mo propiedad primera del ente. Finalmente, aunque las razones necesarias incluyan una ordenación natural de la mente a ver a Dios como es en sí, no destruyen la sobre– mtiuralidad del misterio de la Trinidad. Porque tal ordenación no in– ciuye exigencia, ni necesidad propiamente dicha de lo sobrenatural. La exigencia natural existe en la potencía activa respecto de su acto; pe– ro la ordenación según la potencia pasiva no exige, necesariamente, la forma correspondiente; -sino es en el Ser en que se identifican ab– solutamente potencia y acto-, sólo dice conveniencia de la forma, so– brenatural con la capacidad natural. 71. Cfr. las notas 20 y 23.

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