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10 P . A L E J A N D R O D E V I L L A L M O N T E para elevarse Iuego en busca de una justificación científica, como no podía ser menos en una mística sana y de gran altura. Esta justifica– ción intelectual se encuentra posteriormente siguiendo los moldes de la filosofía religiosa del neoplaton;smo bebida ampliamente en las fuen– tes Psdo-Dionisianas. La razón de esta selección hay que buscarla en las profundas analogías psicológicas entre ambos modos del pens::i.– rniento místico-religioso. El neoplatonismo es, ante todo, un pensamien– to rel;gioso. lgualmente los teólogos medievales aludidos parten de la actitud -o situación interior-, religioso-cristiana. Pero, aunque la actitud sea cristiana y lo mismo el contenido de las ideas, ios moldes psicológicos en los que se desarrollan ambos modos de pensar, no pue– den menos de ser muy similares; sin que sea necesario insistir dema– siado en la inspiración neoplatónica de los pensadores cristianos. La coincidencia de procedimientos que se observa en varios puntos, se ex– plica por la analogía de la situación espiritual en el punto de partida, aunque el contenido sea bien diferente. A pesar de todo, todavía en lns teólogos posteriores a Ricardo se observa bien clara la tendencia a reducir a sus justos límites el alcan– ce de tales razones necesarias. En la dirección tomista se llega al des– plazamienito total de dichas razones. Dentro de la Escuela franciscana, los grandes Maestros, profundizando en el sentido último de argumen– tár por razones necesarias, las reelaboran a base de los propios prin– cipios de gnoseología teológica. En tal caso, aunque la expresión razo– nes necesarias pudiera parecer menos feliz y se haga desaparecer, fl método teológico que ellas implican y el modo de concebir las relacio– nes entre el conocer natural y sobrenatural que suponen como base, mantienen gran interés científico. Por lo que se refiere a San Bueílaventura el argumento de razones necesarias se nos ofrece en muy diversas fórmulas. Recorramos ahora los pasajes se hace uso de esta argumentación. En el Sentenciarlo habla ya de "razones" con que se demuestra la, existencia del misterio, contraponiéndolas a otros argumentos que lla– ma "semejanzas de conveniencia" 15 • Por lo que dice en las cuestiones siguientes se echa de ver que estas "conveniencias" son los argumentes tomados de los seres creados que se nos ofrecen 1 como vestigios y so– bre todo como imagen de la Triniaad. Y las "razones" son los misl1l!lS 15, •erdo scribendi est, primo per auctoritates ostendere veritatem, deinde per rationes et congruas similitudines». IS., d. 2, prolg.; I, 50b.
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