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158 Y contamos por miles los cadáveres que dejaron sin gesto nuestro rostro. ¡ Desolación se llama! Que de tanto silencio nos rodea la vida que dejaron de vivir. ¿Por qué, le pregunté a la Providencia, el mar frunció su ceño y trajo llanto? ¿Por qué? Y Dios se callaba. Me contesto la ciencia; pero no me explicó tampoco el llanto. Veo, un niño abrazado a una palmera. Miles de rostros lívidos. Los diabólicos potros de las olas escribieron el fin. Nadie me explica. ¿Estoy en otra historia, o soy yo que ha perdido la memoria?

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