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118 Romero soy y subo por el tiempo, por lo que fué y es y queda vivo y habla en las arrugas de los viejos palabra inmarcesible. Aquella arcada, el apoyo, aquella reja en la ventana rústica, y el caño y el corrillo a la puerta, en el serrano, regusto del descanso. Oigo subir la historia en el bramido, ayer, del Duero. En la inlabrada piedra del oscuro recodo que ya mira la vida para atrás. De lejos, peregrino, San Amaro, entre encinares, rompe atardeceres, y recoge dos guindas para el Niño la Virgen del Amparo. Se desviste de noche de su estatua y anda por pegujales y cortinas, por tronchas y quebrantas, San Miguel, temores ahuyentando ... Revive todo. Acepto la leyenda, la pasión del trabajo... Y a la plaza voy -tamboril y gaita- a saludar la nueva primavera.