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poeta distraído, los balcones, el parral de la casa, los claveles que cobran los colores de la aurora. ¡Todo el pueblo es mi casa y todo abierto! 6 Al pueblo vuelvo. Y mandaré a la Virgen el fervoroso aliento de mi rezo. la loma se remonta en cruces rotas y escala el cementerio: ¡Allí los nuestros! Virgen del árbol, esperanza cierta. Por otra vez la casa, el sol y el pueblo. Fingimos, pero siempre sentiremos, ciudadanos postizos, el calor de tierra, madre tierra, por las venas. Llámame pueblerino: ¡vuelvo a ser! 115