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PROLOGO No me preguntes el porqué de un poema o de un verso. Pregunta si pasó por el alma del poeta una idea, un dolor, una ráfaga de belleza, un sentimiento. Acaso aquella tarde veía por la ventana llegar la pri– mavera, o sentado frente al mar le asustaba la inmensidad, o paseando por el campo de¡aba volar su corazón entre los árboles. Las cosas pequeñas tienen una grandeza que solo en susurro llega, con el rumor del aire. Estos poemas sim– ples, de hechura sencilla, sin vestidura de etiqueta, son tem– blores del alma, un puñado de sentimientos; tal vez, solo una pincelada de belleza. La hermosura esta ahí: en la vida, en la tarde, en el silencio, y el poeta la convierte en el trémulo latido del verso. Cualquiera puede decir: "Esto que leo lo he sentido yo", "También yo he mirado la rosa y me ha hablado el sende– ro. Esto fué aquella mañana cuando las ho¡as temblaban y sentía el latido de mi corazón al caminar". Así la vida y el sentimiento y el recado de belleza que le robé a cada situación, en los entornos de mi camino. Es un libro puro. Poemas que vuelven o se van. Llámalo acechos felices de amor. En tu mano tienes el libro. No preguntes el porqué de un verso. Es el corazón el que le dió alas. 9

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