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REFORMA DE LAS CLARISAS DE CATALUÑA 27 l. V a l o r e p i s ó d i c o y h u m a n o d e l a s a c ta s . - No se puede negar que las actas notariales, extendidas por los reforma– dores, dejan un sabor amargo y una impresión bastante pesimista acerca de la situación de las clarisas del Principado en aquella centuria turbulenta; esas actas de visita, que ciertamente no he– mos ocultado, pero tampoco visto desde ángulos exagerados, son irrebatibles y pueden servir a maravilla cuando se quiera formu– lar un juicio de valor sobre la situación religiosa y sobre la re– forma del siglo XV. Materialmente, los monasterios vivían un momento difícil; después de un cuarto de siglo en manera alguna se habían rehecho de las injurias de las guerras y de las turbu– lencias civiles, vividas durante los decenios 1455-1475. Uno o ambos bandos contendientes habían aprovechado la general soli– dez de estos edificios para plantar en ellos sus campamentos, exponiéndolos a las iras del adversario. Así hemos podido com– probar las ruinas causadas en Pedralbes, Villafranca, Balaguer y Tarragona, lo mismo que el empobrecimiento general de todos los monasterios, ya que, caso de no haber tocado los edificios, la guerra se había ensañado en las rentas, provocando tormentosas situaciones que favorecían poco la quietud y vida honesta de las religiosas dentro de la claustra 54 • 2. L a s o r d e n a c i o n e s d e v i si ta. - Juan Daza y fray Miguel Fenals aparecen en todo momento como dos auténticos pilares de la reforma, que llevaban perfectamente estudiados to– dos los pormenores, sin dejar nada a la improvisación. No parece sino que, con los poderes de visitadores, recibieron un esquema bien elaborado con los más detallados extremos, que respondían en todo caso a necesidades perentorias de los monasterios. La reforma comprendía en principio cuatro apartados, pro– puestos progresivamente y exigidos con admirable tenacidad: observancia de la clausura, de la vida ccmún, de la vida religiosa (votos y Regla) y de la vida espiritual (sacramentos, oración, etc.). Estos cuatro conceptos se ramificaban luego, como haces de luz, en innumerables ordenaciones, y quedaban prendidos, orien– tadores como puntos cardinales, sobre el horizonte espiritual del monasterio. La táctica de los reformadores era también constante e in– flexible; luego de ser aceptados como reformadores proponían las ordenaciones sobre clausura y vida común; el cumplimiento de las mismas originaba siempre alguna sistemación del edificio, en algunos casos bien costosa; después de mandar, amonestaban, conminaban con penas y las aplicaban, si llegaba el caso; en último extremo, llevaban albañiles, que realizasen las obras que no 54 Queda corroborada con estos datos la tesis de H. DENIFLE, O.P. La desolatiort des églises, monasteres et hi3pitaux en France pendant la guerre de cent ans, 2 vols., París 1897-1892, aunque creemos que en Cataluña los monasterios soportaron mejor tanta desolación y se levantaron con relativa presteza de tanta ruina.

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