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16 P. TARSICIO DE AZCONA rivarían momentos de esplendor y de creciente pujanza temporal en jurisdicción y rentas, y al mismo tiempo grandes desórdenes en la observancia religiosa, alejada del espíritu seráfico de las Damas Pobres. Durante el siglo XV se puede apreciar en Pedralbes el mismo intento de reforma, ya señalado en el monasterio de san Anto– nio27, y cuya consecuencia más inmediata -y nada favorable– fué el cambio del ceniciento hábito de santa Clara, por el escapu– lario negro y el ostentoso hábito de las benedictinas. Es también significativo que hacia 1443 los observantes se viesen obligados a abandonar el contiguo conventet, siendo reemplazados por con– ventuales, que tomaron a su cargo la asistencia espiritual de las religiosas. Materialmente, en cambio, el monasterio seguía en auge, comprando censales y aumentando la temporalidades 2 ª, ca– rrera que fué cortada en seco por la guerra entre Juan II y la ciudad de Barcelona, que favorecía las pretensiones del príncipe de Viana. En 1466 se puede precisar el primer éxodo de todas las religiosas para refugiarse en el monasterio de san Juan de Jerusalén, y más tarde en el palacio de la Vizcondesa; las que no hallaron aquí refugio tuvieron que repartirse por las casas que poseía el monasterio en el barrio de santa Ana. La vuelta de algunas al monasterio fué momentánea, ya que en 1472 Juan II lo convirtió en cuartel general contra la ciudad; en esta conyun– tura, las religiosas se alojaron en el palacio episcopal, hasta que hacia diciembre de 1475, y pasada la guerra, pudieron volver de– finitivamente a Pedralbes. Estas circunstancias contribuyeron en gran manera a aumen– tar la disolución de muchas, que luego encontraron insoportable la clausura, y a disminuir el bienestar material, a causa de la merma de las rentas ; para obviar las estrecheces en la subsis– tencia, se vió obligado el monasterio a recurrir a diversas ventas de objetos preciosos 29 • P r i m e r i n te n to d e r e f o r m a ( 1 4 7 5 ) . - Juan II de Aragón permitió a las religiosas volver a Pedralbes, mas se apre– suró a denunciar a Sixto IV las irregularidades del mismo; el rey las achaca a las guerras y al desgobierno de la anciana abadesa, « quae senio adeo confecta est, ut iam pene ad puerilem etatem redierit; quam monialium ipsius monasterii incuriam et malum regimem ad tantam dissolutionem et difformitatem pervenit, quod omnia f ere in eo perversa et ad usum prophanum redacta existunt, ita quod inter privatas domos seculares et ipsum monasterium nullum discrimen sit; ipsiusque monasterii valve cunctis patent, ac moniales ipse, quociuscumque voluerint, monasterium ipsum exire ac civitatem Barchinonensem adire et inhabitare non for- 27 Véanse las notas 19 y 23. 2s E. ANZIZU, Fulles historiques, 107. 29 E. ANZIZU, op.cit. 109.
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