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LA EXÉGESIS BÍBLICA 2II que no las mira ya cop ojos de rúño, sino con mirada inteligente de hom– bre (20). De aquí la necesidad de conocer esas formas o moldes literarios en que el hagiógrafo vació esas instrucciones, y el nob:~ ísimo afán de descubLrlas, «recogiendo, como invita la mencionada Carta, todo el material científico, paleontológico e hi;¡;tórico, epigráfico y literario, apto a i:ustrar el polifacé– tico problema de que se trata. Sólo así puede esperarse llegar a percibir con más claridad la verdadera naturaleza de esas narraciones genesíacasn. Los esfuerzos por una ,causa tan nob e serán bendecidos por Dios y coronados por el éxito. La luz brillará en las tin:eblas ; las dificultades más pertinaces irán cediendo ante el esfuerzo constan,ie y generoso de tantos adalides que han consagrado su vida a. estudio del Libro divino. Cristo Jesús, de quien hablan todas las Escrituras, que es llamado en la Liturg~a de las Iglesia (<clavis David)), llave de David, que abre y cierra según le place, que abr;ó la intelig,encia de los Após,o es para penetrar las Escritu– ras (Le. 24, 45), y que enseña a todos en el Evangelio el medio infalible para salir airosos en todo noble empeño, cuando diol': <<pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y os abrirán (Le. II, 9.), El hará que briHe la luz y que se disipen las oscuridades que todavía nos encubren los tesoros de su palabra, y en parfcular de la parte más antigua de la misma, que relata los principios de la humanidad y la prehis.oria de Israe·. Mientras tanto hay que tener paciencia, y atender al trabajo sin desaliento, seguros de que el fruto de la paciencia y constancia será una luz siempre más clara en esl'a vida, y la plena dar:dad en la otra. TEÓFILO DE ORBISO, O. l•. :M., Cap. (20) Cfr. H. STIEGLECKER, en «Theol. Prakt. Quart.n (1948), 9-24.

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