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L:\ EXÉGESIS BÍBLICA 205 crew era accesorio y como una excepción a la reg a: se permitía, habiendo una razón, dejar el sentido propio, histórico, y entender algunas palabras o frases en sentido metafórico, admitir anlropomorfisreos (fü,sp. V). Lo que en el punto VII del Decreto se copcedía para el relato de ,a· Creación (Gen. I), hecho no de un modo científico, sino en forma popular, en lep.– guaje usual, acomodado al aka[1ce de aquellos hombres, ahora se extiende a todos los once primeros capítulos, ((que relatan, dice la Carta, en un lenguaje sencillo y figurado, adaptado a las inte igencias de una humanidad menos desarrollada, las verdades fundamentales presupuestas a la ecopo– mía de la salud, al mismo tiempo que la descripción popular de los oríge– nes del género hu:rr..ano y del pueblo escogido)). También tiene su importapcia el que se aduzca en esa Carta el Decreto de junio de 1905, que daba como norma e: tener por históricos los libros o partes de libros que se presentan como tales ; pero admitía la posibilidad de que hubiese libros o parte,, de libros que teniendo la apariepcia de históricos, no tuvieran la realidad: sólo exigía que antes de afirmarlo, se probase con argumentos sólidos que el autor de tal li.i:5ro no había tenido intención de escribir historia, sino que bajo la forma o apariencia de ésta quería proponer una parábola, una alegoría u otro sentido no iiteral e his– tórico. Si en la Carta mencionada se aduce ese Decl'eto es que tiene aplica– ción en el presenlie ca:oo. Estos once capítulos iniciaks del Génesis se pre– Sf'ntan, al menos en su forma externa, como históricos, nos cuentan hechos concretos, con muchos deta1lc's d,, lugar y tiempo, nombres de personas, etcétera, cosas todas ellas propias de un relato histórico. ¿ Habrá, pues, que aplicarle'." la primera parte del Decreto, y tenerlos como verdadera his– toria? Pero son tantas y de tan fa monta las dificu'tades que van acumu– lando los n'sultados ciertos de las ciencias profanas a estas narraciones an– tiquísimas de la Biblia, si toman en sentido hisl\órico, que viene obvia la pn'gunta: ¿ no será e1 caso de l'ecurrir a la excepción contemplada eµ el Deneto, y pensar que el autor sagrado, bajo las apaúencias de la his– toria, encubre aquí otro género litlerario? L1 palPontología, 1 a prehistoria, la antropología, la glotología, 1 a etnología, la arqueología en todos sus as– P<'ctos, entre muchas hipóbesis, ofrecen ya bastantes conclusiones ciertas, qce difícilmPnte st' concilian con E'l sentido literal histórico d( 1 esas narra– ciones. Por no aducir más q1w algún ejemplo, ya en el cap. IV del Génesis se nos presenta un cainita de la sépttima generación: Tubalcain, hijo de La– mcch, como forjador, elaborando el bronce y el hierro con su pesado mar– tillo: ((fuit malleator et faber in cuneta opera aerís et ferrin (Gen. 4,- 22).

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