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136 P. MELCHOR DE PoBLADURA, 0. F. M. CAP. 2 no se hayán ocupado ... de dar a luz una versión completa de sus obras» 3 En realidad, la preocupación de los eruditos investigadores existió, si bien no fue coronada por el éxito. Ya a mediados del siglo XVIII un editor ma– drileño acometió el ambicioso proyecto de ofrecer al público español la versión castellana de las obras coITlJ)letas del polígrafo sevillano. Y, por cierto, los móviles de la arriesgada iniciativa editorial eran los mismos que ahora se ventilan: el valor universal de la aportación científica y doctrinal de San Isidoro y el honor y prestigio de la Nación que se gloría de presentarlo en la galería de sus hombres más ilustres. La noticia, objeto del presente estudio, no era del todo desconocida a los eruditos modernos, pues, aunque incidentalmente, alguien había lla– mado la at-ención sobre la misma. En efecto, Serrano y Sanz en una in– teresante monografía acerca de la censura de libros en el siglo XVIII analizó el año 1906 el informe desfavorable de la Real Academia de la Lengua, que decidió al Consejo de Castilla a negar el solicitado permiso para llevar a cabo la proyectada edición bilingüe de las obras isidorianas 1 • Cincuenta años más tarde recordábamos nosotros la iniciativa como sín– toma revelador del movimiento cultural de los capuchinos castellanos en la décima octava centuria 5 • Pero ésta, que pudiéramos llamar curiosidad bibliográfica, pasó desapercibida a los isidoristas modernos, como h3Jbía sido desconocida por los eruditos contemporáneos. Entre estos últimos des– cuella el jesuita Faustino Arévalo (1747-1824), quien en los preliminares de su edición todavía no superada ni i'gualada de los escritos del Santo 6 , trazó un bosquejo muy documentado del movimiento bibliográfico isido– riano hasta fines del siglo XVIII, basándose en un copioso material manus– crito e impreso avalorado por la correspondencia epistolar de los inves– tigadores más conspicuos de la época. También la documentación española es rica y abundante, pero se echa de menos toda alusión a nuestro t-ema. El mismo silencio se nota en los bibliógrafos José Rodríguez de Castro 7 3. Luis GARC,A RIVES, art. cit., p. 280. 4. Cf. Manuel SERRANO Y SANZ, El Consejo de Castilla y la censura de libros en el siglo XVIII, en Revista de Archivos, Biblíoteeas 11 Museos 15 O906J 28-46. 243-259. 387-402. La cita está tomada de la p. 387. 5. Cf. MELCHOR DE POBLADURA, O. F. M. Cap., Los Frailes Menores Capuchinos en castilla. Bosquejo histórico 060&-1945 1, Madrid, 1946, 96. 6. S. Isidori Hispalensis Episeopi Hispaniarum Doetoris Opera omnia, denuo correcta et aucta r2cens€nte Faustino Arevalo, qui Isidoriana praemis:t, variorum praefationes, notas, collat1ones, qua editas, qua nunc primum edendas, collegit, veteres editiones et codíces mss. Romanos contulit, 6 vols. Romae 1797-1802. Los dos plimeros vo[úmenes, que constan de 1324 páginas bajo el sign'.ficativo epígrafe Isidoriana contienen la «diserta– ción preliminar acerca de la vida y obras del santo. Y realmente estos eruditísimos pro– legómenos son ya de por sí el más acabado y precioso estudio que puede hacerne sobre la materia». Constantino Eau1A Rurz, S. J., Un insigne editor de S. Isidoro, el P. Faustino Arévalo, s. J. en Miseellane'a Isidoriana, Romae, 1936, 379. La obra completa de Arévaio fue después reeditada en los tomos 81-82 de la Patrología latina de Migne. 7. Cf. Biblioteca Española II, Madrid, 1986, 293-344. Son las páginas consagradas a las obras de S. Is'doro.
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