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52 JOAQUÍN DE ENCINAS política mediterránea. Entre todas las supremacías que Es.I¿aña pudiera ejercer en el mundo, ninguna debería halagarnos tanto como nuestra supremacía en el mar civilizador de la Humanidad; y ningún lema podríamos inscribir con más satisfacción en nuestro escudo que el lema: Mare nostrurn, nostrum." (1.55). m criterio político, desde el pun– to de vista territorial, es claro y terminante; pero las dificultades sur– gen al establecer el modo concreto de acción, y de ellas hablaremos en la segunda parte. En el Occidente ya no son los intereses territoriales los que im– ponen el criterio político, sino los lazos de la sangre y la cultura y la religión; en una palabra, el imperativo de la raza. La colonización de América fué una incidencia en el desarrollo normal de la política es– pañola. Hemos visto cómo por nuestra geografía y por nuestra histo– ria estábamos llamados a una política africana; pero hoy ya no po– demos prescindir de la numerosa colonia de J¿Ueblos a quienes dimos nuestra cultura y nuestra sangre, y el criterio político tiene que venir dictado por la 'I'radición. España ha de continuar siendo la España tradicional; no fa que hubiera podido ser, sino lo que de hecho fué históricamente con el le– gado de obligaciones para el futuro. Para entender la voluntad lega– taria de la Tradición hay que saber discernir entre lo que fué fruto del ·· acontecer histórico" y el motivo gue lo hizo posible; hay que aceptar, según Ganivet, "lo que ·ella nos da o nos impone: el espíri– tu" ( 156). Porque se debe partir del hecho sim¡;,le e importante de que si la nueva evolución histórica no se empalma con la antigua y no se tl'Uía por las indicaciones que se desprenden de los hechos tradiciona– les, no se adelantará jamás un paso (i57). Tenida en cuenta la elemental distinción entre la sustancia y el perl'il externo de nuestra historia, la actitud política frente a América no pued•: ser otra que una política familiar entre pueblos herma– nos. Así formula, a modo de enunciado, estas relaciones políticas: '·Las relaciones entre España y las naciones hispanoamericanas no deben regirse por los principios del Derecho internacional; al contra– rio, se deberá rehuir sistemáticamente todo acto político que tienda a equiparar dichas relaciones a las que España sostiene con países de diverso origen" (158). Esto es lo sustantivo: en cuanto al modo, lo veremos en la segun– da parle, y ciertamente ya no podrá ser una intervención militar--esto fué lo accesorio, lo impuesto por el momento histórico-, sino de un orden muy distinto. Lo que nos dicta la 'rradición respecto a América es que son pueblos hermanos, y como a tales debemos tratarles. * * * La originalidad del pensamiento de Ganivet no hay que medirla por la lógica de sus conclusiones. Apurando recursos, se encuentra a Ganivet contradictorio rn toda su doctrina: no se sabe, por ejemplo, (155) A. GANIVET, o. c., t. I, pág. 197. (156) Idem, o. c., t. I, pág. 212. (157) Idem, o. c., t. I, pág. 213. (158) Idem, o. e, L I, pág. 190.
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