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34 JOAQUÍN DE ENCINAS Tercera etapa: EL CATOLICISMO. Durante el período visigótico se hizo posible "la metamorfosis so– cial de cristianismo en catolicismo; esto es, en religión universal, im– perante, dominadora, con posesión real de los atributos de la sobera– nía" (100). Ello fué debido en gran parte, según Ganivet, a la incapa– cidad de los visigodos para dominar un pueblo que era más culto. Se impuso al fin el predominio de la Iglesia, que llegó a dirigir con sus decisiones o con su intervención directa las cosas de gobierno; mien– tras los unos tenían la apariencia del poder, los otros ejercían el po– der efectivo. Pero a f>esar de apoderarse de los principales resorte,– de la política y de fundar de hecho el estado religioso, su influjo en la espiritualidad popular fué meramente "externo", en cuanto impo– nía una pauta religiosa. Prueba de ello es "que ni el srntimiento rr– ligioso se hace más profundo ni es capaz de crear una explicación o justificación de sí misma más original. .. ; la filosofía es un embrión de filosofía escolástica, sin carácter propio, y la generalización dt> la cultura sólo da un resultado que rmdiera decirse cuantitatiYo y, por tanto, sin relieve" (101). Su misma influencia social no pas<1 de ser un artificio gul.Jerna– tivo, opina Ganivet; porque ejerciendo las funciones de cabeza, se encuentra sin la potencia del brazo. Y esto explica en buena partP la invasión árabe y la desmoralización del pueblo cristiano. De estP desconcierto se rehace sólo posteriormente, cuando la Iglesia o "el poder teocrático adquierp durante la Reconquista el carácter de cabe– za y brazo a la vez", y sólo entonces se puede decir que el catolicis– mo fué justamente la fuerza influyente de la espiritualidad y de l:i política española. Por eso Ganivet asienta como piedra angular la siguiente afir– mación: "la creación más original y fecunda de nuestro espíritu re– ligioso arranca de la invasión árabe" (102). Adquiere lo que le falta– ba; a saber: personalidad y Yida. Una Yida enérgica y restallante. como. servida por dos fuerzas antagónicas que son la firmeza y el ímpetu, o de otro modo, el fanatismo y el misticismo. La infusión de esta nueva Yida origina una transformación con más propiedad que una deformación, que a la larga ha servido de mengua e ineficn– cia en su propia Yitalidad. Veamos cómo y por qué. explicación racional de su fe la Filosofía clásica griega, y para el Derecho el Código romano. Desde entonces ha existido una pugna en la concepción jurídica cristiana; de .una parte está la idea romana de la fuerza. y de otra la idea cristiana del amor. Y ante esta consideración, Ganivet se lamenta con estas palabras: "Duele de– cirlo porque es verdad; después de diecinueve siglos de apostolado, la idea cristiana pura no ha imperado un solo día en el mundo. El Evangelio triunfó de los cora– zones y de las inteligencias, mas no ha podido triunfar de los instintos sociales, aferrados brutalmente a principios jurídicos que nuestros sentimientos condenan, pero que juzg!llrlos convenientes para mantener el buen orden social, o, en tér– minos más claros, para gozar má.;J sobre seguro de nuestras vidas y de nuestras haciendas", o. c., t. I. pág. 141. (100) A. GANIVET, o. c., t. I, pág. 97. (101) Idem, o. c., t. I, pág. 98. (102) Idem, o. c., t. I, pág. 98.
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